Kary entró en la cocina, dejando la limpieza de la sala en manos de los chicos mientras empezaba a preparar una mezcla para crepes. Tarareaba para sí misma, como solía hacer, mientras que Alex no podía dejar de lanzarle miradas.
—¡Eh! Deja de holgazanear, cachorrito enamorado —lo regañó David.
—¿Eh? Oh... Lo siento. No la he visto en un mes. Déjame disfrutar un poco —dijo Alex, saliendo de su ensimismamiento.
David sacudió la cabeza con desesperación.
—¿Por qué siquiera estoy ayudando a limpiar? No tengo nada que ver con cómo quedó tu apartamento.
Desde la cocina, Kary respondió:
—Si quieres desayuno, tienes que ganártelo.
David la miró incrédulo.
—Ya te ayudé, ¿no? ¿Qué tiene que ver limpiar con ganarse unos cuantos crepes?
—Deja de quejarte, maldito zombi... —murmuró Alex, sacudiendo la cabeza.
Terminaron de poner los muebles que no estaban rotos y apilaron lo que sí lo estaba. Alex miró con enojo.