La familiar sensación de caer, seguida por la ráfaga de colores y viento, hizo que Astaroth sintiera cierta nostalgia.
Parecía que había pasado una eternidad desde la última vez que entró en Nuevo Edén, y de repente su mente se sintió en paz, como si estuviera destinado a estar aquí y no en su mundo.
Al abrir los ojos, Astaroth vio el conocido techo del dormitorio real, y antes de que pudiera levantarse, algo lo golpeó fuertemente.
—¡Uf! —exclamó, vaciándose los pulmones.
—¡PAPÁ! —exclamó la voz aguda de Luna.
Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras envolvía sus brazos alrededor del pecho de Astaroth, sollozando en una mezcla de tristeza por extrañarlo y alegría de verlo de nuevo, sano y salvo.
Astaroth miró hacia abajo y le sonrió cálidamente. También la abrazó, sintiendo que sus almas se reconectaban.
Pronto fue seguido por la reconexión de los lazos entre él y todos sus compañeros de alma.