Un Peligroso Malentendido

Alex levantó lentamente las manos como señal para demostrar su no hostilidad y esperó a que la mujer reuniera a sus dos hijos antes de meterlos en la casa. Esta acción sola ya parecía aliviar al hombre frente a él, que parecía menos tenso, pero aún lo miraba con desconfianza.

Las vides comenzaban a romper el suelo bajo los pies de Alexander y él podía sentir cómo lentamente subían por sus zapatos en dirección a sus tobillos.

Una vez que los niños estaban dentro, las vides rápidamente rodearon sus pies y lo apretaron fuertemente. Tan fuerte que Alex se estremeció mientras arrugaban sus jeans en su piel.

—Ahora empieza a hablar. O se pondrá realmente feo, muy rápido —dijo el hombre, poniendo una cara amenazante.

Alex lo miró, su mirada era gélida.

—Deshazte de las vides que atrapan. No reacciono bien a las amenazas.

El hombre lo miró, y sus ojos se entrecerraron.