Observando su cuerpo inconsciente, Alex suspiró con fastidio.
—Todo eso de presumir ser el que tiene el poder, ser el campeón de Gayo, y aún así presentaste poca batalla. ¿Te tomaste siquiera el tiempo para aprender a jugar en Nuevo Edén? ¿O te confiaste en tus laureles después de que él te declarara el más fuerte? —murmuró.
Pero no importaba.
Alex se negaba a permanecer un momento más en su presencia. Mirarla le irritaba, y temía lo que podría hacer si se quedaba con ella.
Así que, se zambulló en sus bolsillos, sacó su neuro-teléfono, y se lo colocó en el oído de un golpe.
Presionó el botón del exterior hasta que comenzó a marcar a los servicios de emergencia y luego se alejó.
—Si tienes suerte, alguien te encontrará antes de que algo lo haga. Si no, bueno, supongo que eso es lo que el destino tenía reservado para ti».
Después sacó un pedazo de papel de su chaleco, junto con un bolígrafo, y dejó una pequeña nota en su bolsillo.