De pie junto a la mesa, Alex invocó a Bael, el demonio que suponía sería el más convincente para respaldar su afirmación. Su aspecto, delgado y ondulante con músculos bajo su piel roja vívida y los dos cuernos curvos saliendo de su frente, era tan cercano como los humanos representaban a los demonios.
Así que, era una apuesta segura.
—Bael, conoce a Richard Bellemare. Richard, conoce a Bael, Rey del Segundo infierno, Dis. Bueno, ex-rey, en tiempos modernos —se corrigió Alex.
Bael soltó un bufido hacia él, una bocanada de humo saliendo de sus fosas nasales.
—¿Qué? Es verdad —respondió Alex, mirando a Bael y encogiéndose de hombros.
Richard estaba en shock.
—¿Estás... estás conspirando con demonios, Alexander? —preguntó Richard, reuniendo su valor frente a esta manifestación del mal.
Alex miró a Richard, y pudo ver un ligero temblor en sus hombros.
Chasqueó los dedos nuevamente, enviando a Bael de vuelta a su espacio del alma, y suspiró.