Promesas y Dudas

Killian miró a David, su rostro mostraba duda.

—Esto no puede ser deshecho por nadie más que la persona que lo conjuró. Ya he hablado demasiado, y mi alma tiene que pagar un precio. Si intentas removerlo, solo me harás más daño, todo en un intento fútil por salvarme de mí mismo. Ríndete —dijo.

David sonrió en respuesta.

—Si alguien puede hacer algo acerca de una trampa del alma, sería Alexander. Casi estoy seguro de que ya puede romper una. Solo no estoy seguro de cuán eficiente o indoloramente puede hacerlo —respondió.

Alex estaba completamente a oscuras sobre qué era una trampa del alma, excepto por el hecho de que era una grave amenaza. Su confusión y hesitación eran palpables, grabadas en su rostro.

Scoffing un poco, Killian abrió la boca de nuevo.

—Él apenas parece saber de qué estamos hablando. ¿Cómo esperas que la rompa? Ríndete, ya —espetó.

Pero la sonrisa de David no vaciló.