Alexander ya estaba cruzando el puente de treinta y una millas de largo que separaba el aeropuerto de Macao. Kujaku insistió en que era más seguro que pasaran por la aduana de vehículos de Macao que por las de Hong Kong, así que partieron en esa dirección.
Salir del aeropuerto no fue tan difícil, con sus cuatro coches marcados como seguridad del aeropuerto, pero los problemas estaban lejos de terminar.
No era raro que los vehículos de seguridad del aeropuerto se dirigieran hacia Macao, pero sí era extraño que cuatro de ellos se siguieran uno a otro. Por lo que tenían que abandonar los coches pronto.
Alexander se preguntaba cómo lograrían eso en un puente, pero Kujaku le sonrió cuando él preguntó.
—¿Cuánto sabes sobre el Puente de Zhuhai? —preguntó Kujaku.
Alex frunció el ceño un poco.
—Prácticamente nada. Tuve que buscar dónde estaba Macao porque pensé que era un país hispano —admitió Alex.