La anciana lo miró y resopló.
—¡Tonterías! Es la cosa más fácil del mundo. Reírse frente a la adversidad es la esencia de la vida. Impulsa a los humanos a seguir avanzando, incluso cuando sabemos que la muerte es el desenlace final. Deberías intentarlo alguna vez —dijo, su rostro convertido en una máscara de confianza.
Al ver el ceño inquebrantable de Liu Yan, dejó su bolso y se acercó a él para agarrar su mano.
—Así —dijo antes de levantar su brazo, arrastrando su brazo con él.
—¡Maldita seas, vida! ¡No me rendiré! ¡Soy más fuerte que tú!
Liu Yan la miró incrédulo, sin estar seguro de si había perdido la cabeza, y el cambio en su actitud lo dejó sorprendido.
—Vamos. ¡Repite lo que dije! —ella lo animó.
—Uh… Maldita seas, vida… No me rendiré… ¿Soy más fuerte que tú? —murmuró, dándose cuenta de que la gente los miraba desde la distancia después de que ella había gritado.