William adivinó que Pereza estaba parado en algún lugar de las sombras, vigilándolo. También adivinó en qué podría estar pensando Pereza, y por eso decidió señalizar a Pereza usando este método.
El mensaje era simple, ¡dejen que vengan! ¡Puedo manejarlos! William no estaba actuando con una confianza excesiva o algo así, pero él sabía lo que le había costado hacer tal afirmación.
Tenía la montaña de su lado, y era él quien aseguraba el punto de ventaja más alto aquí. Tenía sus flechas y granadas, explosivos que podrían derribar grandes trozos de rocas, dejándolos caer en picada desde tales alturas, aterrizando con fuerza y sin piedad sobre las cabezas de estos monstruos.
Esto quedó claro cuando el efecto de lo que William acababa de liberar apareció en el sentido espiritual de Pereza. Este último miró la gran cantidad de rocas cubiertas con gruesas capas de nieve, cayendo desde la cima de la montaña hasta el suelo.