—Si no puedo matar tu sucio humo, entonces te tiraré —intentó alejarlo de la tienda, pero no pudo. Se sintió como si hubiera una pared infranqueable que le impedía llevárselo. ¡Mierda! ¿Qué demonios pasa con esta cosa?!!!
La frustración aumentó aún más y entonces no pudo evitar intentar guardarla en uno de sus anillos. El anillo lo aceptó, terminó arruinándose y rompiéndose como si una bomba hubiese explotado en su interior.
Todo lo que estaba dentro del anillo ya estaba arruinado, quemado y convertido en delgados remolinos de gas verde. En cuanto al corredor, aterrizó pacíficamente en el suelo, como si nada hubiera pasado.
—Umm… Quiero que revises ese corredor, ve si hay escrituras raras allí —como carecía de pistas sobre qué hacer, y el rey no despertaba, Pereza tuvo que pedirle consejo a la única persona de la que confiaba que sabría la solución.