—Tú… —el espíritu dorado estaba sorprendido y aterrorizado por la determinación y despreocupación que Guillermo mostró. Y sin embargo, su mente se calmó rápidamente, agarrando la pequeña pista que Guillermo lanzó en medio de sus palabras.
—¿Quién dijo que no puedes venir aquí de nuevo? —el espíritu dorado apretó los dientes, mientras maldecía a Guillermo con las peores maldiciones que tenía en su mente.
—Es la ley —Guillermo actuó como si no le importara de lo que estaba hablando el espíritu dorado—, solo he venido aquí veces limitadas, todas sin mi consentimiento o control. Así que planeo invitar a esos tipos aquí, y preguntarles sobre el destino de mi querido y precioso zorro negro.
—¡Maldito seas! —el espíritu dorado no pudo controlar su ira al escuchar las palabras de Guillermo—. ¡Eres increíblemente descarado, increíblemente descarado!