Una Razón Para Seguir Viviendo

El aire volcánico se retorcía y deformaba, lleno del intenso aroma de roca fundida y carne chamuscada.

El cuerpo de Rhygar se tensó, sus instintos le gritaban que corriera, que huyera, que se alejara lo más posible de esa cosa.

Pero su orgullo no le permitía mostrar debilidad ante este perro forastero. Apretó los dientes, ignorando el escalofrío aterrador que se deslizaba por su columna vertebral.

En lugar de eso, se volvió hacia el Caballero Sangre de Dragón a su lado, su voz convertida en un ladrido frenético —¿Qué estás mirando?! ¡Mata

—¡Hurgh!

Un gruñido gutural lo interrumpió.

Sus ojos se abrieron de par en par mientras el sonido de carne desgarrándose llenaba el aire.

El cuerpo armado del Caballero Sangre de Dragón se sacudió violentamente, un antebrazo óseo ardiente estalló a través de su pecho.

Llamas verdes oscuras lamían hambrientamente la herida abierta, y en la mano esquelética de la muerte estaba su corazón aún latiendo, las venas aún retorciéndose.