Digno e Indigno

La habitación cayó en un silencio sepulcral. La energía que había una vez pulsado a través de la esfera de cristal ahora parecía estar confinada al propio ser de Kaizen, como si el objeto examinara su alma. Sus dedos aún tocaban la fría y lisa superficie, y el leve hormigueo que recorría su cuerpo lo hacía sentir como si el tiempo se hubiera detenido.

Por un momento, Kaizen creyó que el cristal lo había aceptado, que su sacrificio y determinación eran suficientes para despertar el poder que residía dentro de la antigua reliquia. Pero entonces las palabras aparecieron ante sus ojos, como si estuvieran escritas en el aire:

—Has recibido el Cristal de la Creación.

Una breve sensación de alivio recorrió su mente, pero fue rápidamente sustituida por una aplastante duda cuando apareció el segundo mensaje:

—Has fallado en obtenerlo. No eres digno.