No había más que silencio en la sala mientras Janus no respondía.
No le importaba el destino ya. Había perdido todo, incluido su sobrino, el último remanente de la familia de su hermano.
—Vine aquí para liberarte —dijo Ryder a Janus, rompiendo el silencio absoluto.
—Deberías matarme mientras puedas. Porque nunca te perdonaré por lo que hiciste.
—¿Aunque tú tuvieras la culpa de eso?
—Si yo tuviera la culpa de eso, deberías haberme matado. Pero Caen no hizo nada malo. Ni siquiera lo sabía. Pero aún así lo mataste. Nunca te podré perdonar por eso.
Janus ya no le importaba la libertad. No había punto en la libertad para él. Incluso la muerte era mejor, pues sabía que si lo liberaban, nunca podría dormir en paz.
El único propósito de su vida se convertiría en venganza. Solo iba a pensar en hacerle daño a Ryder y su familia, justo como su propia familia fue dañada.
—Mátame. Estoy cansado...
—Si te mato, ¿quién cuidará de Caen? —preguntó Ryder, mirando la solitaria figura de Janus.