El joven príncipe salió del callejón. Llevaba la ropa más ordinaria que pudo encontrar en el palacio. Aunque esas prendas también parecían muy lujosas, no era suficiente para revelar su identidad.
Muchas personas notaron a un niño caminando solo por las calles vacías de la ciudad interior. Incluso algunos guardias reales lo vieron en el camino, pero ninguno de ellos lo reconoció.
Incluso dentro del palacio, solo unas pocas personas habían visto al Príncipe, que era la persona más protegida de todo el Imperio. Era imposible que los guardias de la ciudad supieran.
El Príncipe miraba inocentemente los alrededores. Podía ver las calles llenas de gente. Había tiendas por todas partes.
Nadie lo reconoció. Sintió la verdadera libertad. La gente no se apartaba para que él pudiera pasar. Nadie lo saludaba bajando la cabeza. Más importante aún, nadie parecía tenerle miedo.