La ciudad que una vez fue vibrante comenzó a quedarse en silencio mientras la mortaja de oscuridad comenzaba a extenderse por la ciudad.
Esta era la primera vez que se derramaba tanta sangre de las hadas, y ocurrió en su propia ciudad. Sin embargo, aunque quedaron rastros de su sangre, sus cuerpos no se veían como si alguna bestia invisible los hubiera devorado.
La mente de Karyk era un mar caótico de recuerdos, cada ola chocando con la fuerza, intentando atacar su cordura. No podía distinguir dónde terminaban sus pensamientos y comenzaban los recuerdos de aquellos a quienes había devorado.
No había lugar para la hesitación o la duda, cada paso era una marcha hacia el destino final del que había hablado.
—¿Quién eres? —una voz llamó desde la oscuridad que se intensificaba.
Una figura emergió, envuelta en el atuendo regio de los Señores de las Hadas. Sus alas brillaban con una luz hermosa, un marcado contraste con las sombras invasoras.