En un destino lejano, al otro extremo del mundo, Karyk salió del portal.
Una vez más, vio a alguien en la distancia. Era Gabriel, una vez más mirando en otra dirección, solo dándole la espalda.
«¿Es otra trampa?», pensó Karyk mientras se dirigía hacia la figura a lo lejos. Para su sorpresa, la figura en la distancia reaccionó al sonido de sus pasos a diferencia de la sombra anterior.
Gabriel, de pie en la distancia, se giró lentamente, contemplando a la persona que acababa de llegar. Aunque fue una llegada inesperada, no parecía sorprendido.
No había rastro de felicidad en sus ojos, solo sostenía una mirada familiar pero desconocida.
—¿Por qué estás aquí solo? —preguntó Karyk, mirando a su alrededor. Definitivamente este no era un lugar al que uno llegaba si simplemente quería pasear.
Hasta donde alcanzaba la vista, solo había lápidas. Ni siquiera las contó pero pudo estimar que eran decenas de millones.