—¡Basta! —ecosó una voz de las filas Imperiales.
Un General, vestido con una armadura brillante, se abrió paso hacia el frente. —La evidencia es indudable. Los Ángeles están escondiendo a un criminal e impidiendo la justicia Imperial. ¡Lord Drike, te ayudaremos a recuperar a tu hija!
El General asintió con firmeza, y los soldados Imperiales empezaron a moverse, formando filas y preparándose para asaltar la mansión. Karyk sutilmente cambió su posición, colocándose entre los soldados que avanzaban y Alatar.
—¿Estás seguro de que quieres dar este paso? —una espada se materializó en su mano.
—Hoy, nadie puede detenernos. Nuestros Ministros han sido asesinados y la evidencia es incuestionable. El hecho de que no nos estés permitiendo capturar al criminal hace que tu postura sea igualmente clara.
El General que ocupaba el mismo rango que el Duque, sabía que los dos jóvenes nunca podrían detenerlo. Podría haber sido diferente si su padre estuviera aquí.