El sol de la mañana apenas había comenzado a salir sobre el Palacio del Dragón, arrojando una suave luz dorada a través de los tranquilos pasillos. Aditya, ya vestido con una sencilla túnica negra, caminaba silenciosamente por el corredor.
Había una pequeña sonrisa en su rostro.
Incluso saludó a algunos de los sirvientes mientras caminaba por el corredor.
—¡Parece que Su Majestad está de buen humor hoy! —una de las criadas susurró a otra mientras miraban desde detrás de una columna. Estaban viendo a su Emperador caminar con una sonrisa más brillante de lo habitual.
Normalmente, el Emperador no estaba sombrío ni triste. De hecho, siempre llevaba una expresión calmada y compuesta, acompañada de su sonrisa suave pero gentil. Era una sonrisa que, de alguna manera, hacía que todos se sintieran tranquilos.
Pero hoy, esa sonrisa habitual parecía un poco más amplia y cálida.
Incluso sus pasos se sentían más ligeros.
Su aura irradiaba una suavidad y brillo inusual.