Max permaneció en la tienda cerca del mostrador, para poder bloquear a cualquiera que pensara irrumpir en la trastienda para molestar a los Enviados, pero eso solo lo convirtió en un objetivo principal para cada comprador curioso que entraba a la tienda.
La chica detrás del mostrador comenzó a entrar en pánico cuando la tienda se sobrepobló, preocupada de que el robo desenfrenado pudiera acabar con sus ahorros y existencias, dejándolos sin nada para pagar el alquiler de la unidad.
—No te preocupes por eso. Estás usando las etiquetas de tienda aprobadas por Absolución. Si se retira un artículo no comprado de la tienda, su cuenta será debitada directamente por el precio total de venta del artículo. —explicó Max, y la chica se relajó visiblemente.
Eran un poco más caras, pero las etiquetas de proximidad habían sido una idea de su madre para hacerlas parecer más oficiales, sin tener que registrar las cosas manualmente.