Max lideró el camino desde los hangares frontales hasta el área del lobby donde se encontraban los ascensores por donde había provenido el ataque.
—¿Creen que somos estúpidos, verdad? —susurró Nico mientras Max intentaba contar el número de híbridos Klem ocultos en las pequeñas oficinas alrededor del espacio.
—O piensan que pueden tomarnos si logran rodearnos. —Max acordó, lo suficientemente alto como para que un humano esperando en las oficinas pudiera oírlo.
Eso fue suficiente para sacarlos, y veinte más de los híbridos humanoides salieron con rifles, mientras que dos de los grandes Guerreros Klem de seis brazos descendían del techo.
—Depongan sus armas y únanse a nosotros. La pureza del colectivo les dará la bienvenida, a pesar de sus pecados. —Los humanoides hablaron en un inquietante unísono.
Los Klem habitualmente no tenían una mente colectiva. Si la tuvieran, serían aún más peligrosos. Pero ya sea por la hibridación o porque tenían una Reina Klem aquí, estos sí la tenían.