A medida que las sondas comenzaban a alejarse del planeta, quedó claro que los efectos de las capas dañadas se desvanecían rápidamente. Si las lecturas eran correctas, entonces en menos de un año luz, habrían desaparecido por completo y no habría interferencias cuando los Cazadores intentaran trasladarse a sistemas estelares cercanos.
Pero lo más extraño ocurrió cuando llegaron al borde del sistema solar. Una tras otra, las sondas fueron destruidas por una ráfaga de energía, terminando abruptamente su transmisión e impidiendo que saliera cualquier cosa.
Los Cazadores se apresuraron a ajustarse y se tomó la decisión de hacer que la segunda ola de sondas levantara escudos para ver si podían resistir el efecto el tiempo suficiente para ver qué estaba sucediendo.
Las sondas no estaban armadas ni realmente defendidas, pero los escudos estaban diseñados para lidiar con escombros espaciales y deberían proporcionar algún tipo de protección.