La Princesa Anastasia miraba aturdida los pergaminos ardiendo hasta que solo quedaron cenizas.
En lo profundo de su corazón, ya esperaba que esto sucediera.
Y debido a que se había preparado en cierta medida, no tardó mucho en recuperar la compostura a pesar del dolor que sentía en su pecho.
—¿Sabes por qué quemamos estos pergaminos? —preguntó Iris.
—Lo sé —respondió la Princesa Anastasia—. Pero aún quiero escucharlo de tus labios.
La comisura de los labios de Iris se levantó porque estaba bastante impresionada por la respuesta de la joven dama.
Ella podía ver el dolor en los ojos de la Princesa Anastasia y el temblor sutil de sus manos.
Aún así, la princesa del Reino Enano mantuvo su posición, como corresponde a alguien de su estatus.
—No podemos permitir que nuestro amado sufra una injusticia —respondió Iris—. Ser forzado a estar en una relación es algo que no permitiremos, especialmente si es unilateral.