—Este lugar es hermoso —dijo Aurora suavemente mientras miraba el campo de flores que rodeaba un lago.
Una hora antes del atardecer, Lux la había traído a este lugar para pasar tiempo con ella, así como para ayudarlo a olvidar temporalmente las crípticas palabras del Oráculo.
Lux encontró accidentalmente este lugar mientras volaba entre la Academia Barbatos y la Fortaleza de Wildgarde, y le recordó el sueño que tuvo hace unos días.
En ese sueño, él, Aina y Aurora miraban a dos niñas pequeñas, a quienes el Medio Elfo creía que eran sus hijas.
Aunque no era el lugar exacto que había visto en su sueño, seguía siendo un lugar hermoso, y la luna reflejada en la superficie del lago lo hacía aún más encantador.
Pronto, el sonido del violín y la lira llegaron a los oídos de Aurora.
Los dos pequeños Esqueletos, Zeke y Zane, tocaban los instrumentos mientras Lux caminaba hacia Aurora y se inclinaba ante ella.
—Mi dama, ¿me honraría con este baile? —preguntó Lux.