En algún lugar del Elíseo, el Soberano del Ejército Divino observaba a los incontables Apóstoles que se encontraban dentro de recipientes cilíndricos llenos de un líquido verde.
Las Balanzas Doradas en su mano brillaban levemente, mientras el poder de su Divinidad se filtraba dentro de sus cuerpos.
Las agujas de las balanzas se inclinaban lentamente hacia un lado, señalando que la ceremonia había concluido.
«¿Cuántos debemos sacrificar para ganar esta guerra?», pensaba el Soberano del Ejército Divino al mirar a los adolescentes, que dormían dentro de los contenedores.
Eran jóvenes hombres y mujeres que habían tomado la decisión de luchar, sabiendo que lo que les esperaba al final era una muerte segura.
El Soberano suspiró por enésima vez.
Miles de Apóstoles se unieron al Fundador del Ejército Divino para luchar contra la guerra del Abismo.
Si se les daba suficiente tiempo, miles más los seguirían después.