Aoi y sus compañeros se detuvieron mientras fijaban su mirada en el fascinante rostro del loto blanco. Los pétalos eran más largos que los de un loto común, se extendían más y parecían más hermosos. Pero al mismo tiempo, el costo de esa belleza era una fragilidad casi palpable.
Solo con mirarlo ya era suficiente para determinar que el Lotus estaba al borde de desmoronarse, y solo al estar sellado en esa esfera lograba sobrevivir.
Las peculiaridades del loto iban más allá de eso. Su textura, el grosor, o más bien la delgadez, de cada pétalo, el estambre ágil, todo era diferente a lo habitual. Había una razón muy simple para eso. Lex había pedido específicamente al Soberano Tortuga que creara una nueva especie de Lotus para él, una que fuera encantadora y, sin embargo, increíblemente delicada. La tortuga había cumplido admirablemente, ya que esto era demasiado simple para él.