Torrin y Madera

En medio de una extravagante cámara circular, cuya superficie estaba completamente cubierta de formaciones, se sentaba un hada en un trono con los ojos cerrados. La cantidad de energía que circulaba por su cuerpo en cualquier momento era cientos de veces mayor a la que incluso Lex podría tolerar, pero el hada parecía ilesa.

Era un asunto completamente diferente que el hada luchaba inmensamente, y por casi una hora, antes de que finalmente pudiera abrir un solo ojo.

—La corona dorada ha aparecido —sus pensamientos se transmitieron en voz alta—. Nuestra oportunidad ha llegado.

Tan solo esa única frase la había agotado por completo, y arrugas aparecieron en su rostro y su cabello se tornó blanco. Pero tal escena solo duró un breve momento, ya que el flujo interminable de energía en su cuerpo le permitió recuperarse a su estado original.