Lex no podía evitarlo. Había una parte de él que quería bajar y trabajar un poco más en el monumento. Había subestimado enormemente lo divertido que era crear algo, y su extraño afán de perfeccionismo que pensaba había desaparecido, regresó con fuerza.
Era un rasgo extraño que desarrolló durante sus días de programación. A veces, ciertos fragmentos de código funcionaban, pero tenían límites teóricos o fallos. Cualquier programador que se preciara simplemente haría un comentario y seguiría adelante. Lex, sin embargo, tenía que encontrar una manera de arreglar el código para que funcionara en cualquier situación.