Todas las afinidades

Las hadas se miraban entre sí, como si estuvieran atrapadas en un gran dilema. No habían visto la ferocidad de los cazadores que obligó a sus ancestros a esconderse, pero habían visto lo que Lex era capaz de hacer con sus propios ojos.

No querían cargarlo con eso, pero al mismo tiempo él tenía razón al decir que no planeaban quedarse en el dominio sellado, pero no tenían a dónde ir.

Lex, que ahora tenía algo de experiencia con las hadas, tuvo la sensación de que esto se iba a alargar, así que decidió persuadirlas un poco más.

—Miren, soy yo quien les dio la libertad. Eso me hace responsable de ustedes. No puedo, en buena conciencia, simplemente dejarlas aquí para que sufran. Al mismo tiempo, tengo mucho trabajo que necesito hacer. Así que me sentiría mucho mejor si vinieran conmigo a la Posada. De esa manera, también estarían seguras, al menos hasta que se recuperen lo suficiente para aventurarse por su cuenta si así lo desean —les dijo Lex.