Lo primero que hizo Lex fue teletransportarse a Leroy. Las hadas seguían alrededor de la Mansión y se habían acercado al lago. Nunca habían visto un cuerpo de agua tan grande y sus olas calmantes y aguas claras atraían sus agotadas mentes.
Se habían preparado para comenzar sus vidas en la huida, y una parte de ellas todavía sentía que no podían quedarse en la Posada por mucho tiempo. Pero la tierra era demasiado hermosa, las aguas demasiado calmantes, la gente demasiado acogedora, lo que ya estaba erosionando su debilitada fuerza de voluntad.
La repentina llegada de Lex sobresaltó al grupo, pero él solo les saludó con la mano y se apresuró a dirigirse a Leroy.
—Tengo un pequeño favor que pedirte. ¿Sabes cómo puedo almacenar polvo de hada? ¿Requiere algún material especial? —preguntó Lex.