Lex tenía una impresión maravillosa del emperador Jotun —al menos en cuanto a su competencia y fuerza. El hombre trabajaba estrechamente con los Henali y era el soberano de un vasto imperio intergaláctico. Eso no era algo que un débil pudiera lograr, e incluso entre los hombres fuertes, requería un cierto nivel de influencia y poder a través del reino.
Requería una especie de previsión que muchos no tenían, y un tipo de cerebro que pudiera englobar incontables variables. Más importante aún, requería una fuerza personal incuestionable, para que otros no codiciaran lo que era suyo.
Pero aunque la llegada del emperador liberó a Lex de las restricciones del aura de la cobra, Lex podía ver que el emperador, por muy fuerte que fuera, tendría una dura batalla frente a él.