—Todos los Cultivadores por debajo de la Etapa Divina deben regresar a su patria —dijo—. Es hora de causar un gran alboroto en el dormido Yrniel.
—Dama Vyriana habló con una sonrisa emocionada en su rostro —comentó el narrador—. El hombre que estaba a su lado, sin embargo, no compartía su emoción, más bien, al escuchar lo que ella decía, abrió los ojos de par en par y,
—¡S-Señorita Vyriana, no puede hacerlo! —exclamó él.
—Vyriana entrecerró los ojos —continuó el narrador—. Viendo esa mirada en sus ojos, el hombre entró en pánico. Sabía que Vyriana no era conocida por su paciencia. Si la ofendía, podría despedirse calurosamente de su vida pero aún quería vivir.
—Y para hacer eso, se explicó tanto como pudo —agregó el narrador: