—No deseo morir, todavía deseo pasar decenas de miles de años contigo.
Evane habló con una sonrisa juguetona en su rostro y de repente empujó a Nux en la cama, y su sonrisa se volvió cada vez más seductora, algo que uno no esperaría de alguien como Evane, quien irradiaba un encanto inocente.
Nux, quien ahora estaba en la cama, miró a su esposa con una mirada curiosa en su rostro, preguntándose qué intentaba hacer. Aún no le agradaba el hecho de que Evane estuviera prácticamente arriesgando su vida para asegurar la suya, pero en este momento, Evane había captado toda su atención con sus acciones.
La elfa, que no se veía tan inocente, subió a la cama. Luego colocó su dedo en la frente de Nux, empujándolo hacia atrás nuevamente. Nux se inclinó hacia atrás como un buen chico, sus ojos sin apartarse de los de Evane.