—Yingying, no tienes que decir nada. ¡Estos payasos no pueden hacerme nada! —Lu Ming dijo, su voz se escuchó.
—¡Presumido! Muchacho, entréganos la herencia del Emperador Cang. De lo contrario, ¡me aseguraré de que mueras sin un cadáver intacto! —¡Date prisa! —Por todas partes, los jóvenes miraban a Lu Ming con ojos codiciosos.
—Ya he dicho que no recibí la herencia del Emperador Cang. Además, déjame recordarte que si quieres hacer un movimiento, entonces debes estar preparado para ser asesinado —Lu Ming dijo, un frío destello de intención de matar brillando en sus ojos.