capitulo 5

"Los sueños son mensajes de lo profundo", reflexioné mientras observaba el paisaje dorado de Arrakis a través de la ventana de mi cámara. El sol se estaba poniendo, tiñendo el cielo de tonos rojizos y dorados, mientras las dunas de arena se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Era un espectáculo impresionante, pero también un recordatorio de la dura realidad que enfrentábamos en este mundo árido y despiadado.

"Mi planeta Arrakis es tan hermoso cuando el sol está bajo", continué en mi mente, dejando que los recuerdos y las emociones se mezclaran en un torbellino de pensamientos. "Rodando sobre las arenas, puedes ver especias en el aire. Al caer la noche, los recolectores de especias aterrizan, los forasteros corren contra el tiempo para evitar el calor del día."

Arrakis, el mundo del desierto, el único lugar en el universo donde se podía encontrar la valiosa especia melange. Pero también era un lugar de peligro y crueldad, donde los forasteros explotaban a mi pueblo y saqueaban nuestros recursos sin piedad.

"Asolan nuestras tierras frente a nuestros ojos, su crueldad hacia mi pueblo es todo lo que he conocido", murmuré, sintiendo una mezcla de tristeza y resentimiento en mi corazón. Los Harkonnen, los forasteros que gobernaban Arrakis con puño de hierro, habían traído consigo su opresión y su tiranía mucho antes de que yo naciera. Controlaban la producción de especia, acumulando riquezas inimaginables a expensas de nuestra gente.

"Nuestros guerreros no pudieron liberar Arrakis de los Harkonnen", reflexioné con amargura, recordando las numerosas rebeliones y revueltas que habían sido aplastadas por la fuerza abrumadora de nuestros opresores. "Pero un día, por decreto imperial, desaparecieron."

La desaparición repentina de los Harkonnen había sido un misterio para muchos en Arrakis. ¿Por qué el Emperador había elegido ese momento para intervenir? ¿Y qué significaba para el futuro de nuestro mundo? Eran preguntas que pesaban en mi mente, llenándome de incertidumbre y ansiedad por lo que vendría después.

"¿Y quiénes serán nuestros próximos opresores?", me pregunté en voz alta, dejando que la pregunta flotara en el aire sin respuesta. En un mundo tan inestable como Arrakis, nunca se podía estar seguro de lo que depararía el futuro. Solo sabía una cosa con certeza: estábamos atrapados en un juego de poder y política más grande que nosotros mismos, y nuestra única esperanza residía en nuestra capacidad para resistir y sobrevivir en un mundo que siempre estaba en movimiento.