—No volverá a suceder.
—respondió Mo Ruyue, maldiciendo en silencio a Ming Sihan en su corazón.
—¿Quién le pidió a ese tipo que se vuelva más y más valiente a medida que lucha? Naturalmente, ella no podría comparársele.
—Tenía que enfrentarse a ese hombre de frente.
—Ven conmigo —dejó el plato que tenía en la mano y le dijo a Mo Ruyue con resignación.
—Está bien.
—Mo Ruyue se levantó rápidamente y siguió a He Xi.
—En la habitación, He Xi le dio a Mo Ruyue otras cinco o seis botellas de medicina.
—La comida es deliciosa, pero no puedes ser codicioso —él recordó—. Ruyue, tienes que aprender a controlarte.
—He Xi lo dijo seriamente.
—Lo sé, lo sé.
—Mo Ruyue guardó las medicinas que He Xi le había dado en su anillo de almacenamiento.
—¿Tomaste a Ningning como tu discípula?
—Sí, vi que tenía talento y unos huesos increíbles. Era una buena plantita para estudiar medicina, así que la tomé como mi discípula —respondió He Xi.