Las comisuras de los labios de Xiang Huai se retorcieron. Luego recogió la otra pantufla y la colocó a los pies de Lin Jing. Con casi 1.9 metros de altura, se agachó. Era una persona fría e insensible, pero en ese momento, era gentil e impotente. —Mamá, aunque el suelo esté caliente, no está limpio, ¿verdad? Estás descalza.
Lin Jing le dio una patada y hasta restregó el polvo en sus pantalones antes de ponerse sus pantuflas.
Al ver su pequeña acción, las comisuras de los labios de Xiang Huai se retorcieron. Su mirada se posó en su pantorrilla, donde podía ver una mancha de suciedad.
Como si sintiera su mirada, Lin Jing resopló. —¿Qué? ¿Solo tu Xixi puede pegarte, eh? Yo solo te he dado con el pie y todavía me desdeñas?
—No me importa, pero Mamá, estoy planeando llevar este par de pantalones a la casa de Xixi mañana. Me has ensuciado... —dijo Xiang Huai.
Lin Jing frunció el ceño. —¿Qué? ¿Solo tienes un par de pantalones?