Al oír esto, Song Yuanxi sonrió inmediatamente.
Había algo diferente en su sonrisa: era sincera y transmitía cierta honestidad.
Su delicado cuerpo no ocultaba por completo su obstinada y terca personalidad. —dijo— Hermano Liangchuan, no me iré contigo.
Shen Liangchuan frunció el ceño.
Continuaron mirándose fijamente a los ojos.
En el pasado, Song Yuanxi siempre le había tenido miedo y siempre le obedecía.
Pero ahora, había cierta desobediencia en ella, aunque todavía quedaba un atisbo de ese viejo miedo en sus ojos que trataba obstinadamente de ocultar.
Al final, Shen Liangchuan suspiró y tomó asiento frente a ella.
Siguiendo su ejemplo, la chica se sentó y —preguntó— Hermano Liangchuan, ¿qué te gustaría beber?
Antes de que pudiera hablar, ya había levantado la mano y señalado a la camarera. —Un latte, gracias.
Había vivido con él durante ocho años, conocía de memoria su gusto por el café.
Él la miró y —preguntó— ¿Dónde te has estado quedando?