Mirando a la multitud que entraba, Qiao Lian frunció el ceño. Ninguno de los asistentes había venido a ayudar.
Su expresión se oscureció.
Ella sabía que esto era obra de Mei Feng.
Pero la mayoría de las personas que estaban sentadas conocían a Xia Yehua. Cuando la vieron de pie allí y nadie las atendía, comenzaron a susurrarse entre sí. Algunos de los comentarios que se escuchaban eran:
—Eh, ¿por qué está ella aquí?
—Shen Zihao es su hijo después de todo, ¿por qué no debería estar aquí?
—Pero qué vergüenza. Mira, está parada ahí y nadie la atiende.
—Y es bastante lamentable. Mira la boda de la familia Shen y mírala a ella. Realmente, ella debería ser la que nos atienda.
...
Cada palabra, cada frase hacía que la expresión de Qiao Lian se volviera más sombría. Ella apretó los puños. Luego vio a Shen Liangchuan entrecerrar los ojos, estaba a punto de dirigirse a algún lugar. De inmediato, Xia Yehua lo detuvo y dijo en voz baja:
—Liangchuan, no armes un escándalo.