El avión aterrizó suavemente.
Qiao Lian salió del aeropuerto, su rostro pálido como si se hubiera desangrado.
Tomó un taxi y se dirigió hacia su casa de la infancia en Suzhou.
Esta ciudad nunca pareció cambiar. Tenía las marcas elegantes y sutiles de los pueblos acuáticos de Jiangnan.
Durante el camino, giró la cabeza para mirar las escenas de la calle, pero su corazón se sentía frío y vacío.
En los ocho años que había estado en Beijing, no hubo un momento en que no deseara estar de vuelta aquí, para limpiar el nombre de sus padres y descubrir la verdad detrás del edificio derrumbado.
Pero ahora, sentía como si nada pudiera levantarle el ánimo, y se sentía completamente exhausta.
Tomó una respiración profunda.
Se dio unas palmaditas en la cara ligeramente.
—Qiao Lian, deja de estar tan deprimida.
¿Acaso no poder estar con Shen Liangchuan era solo un problema menor?
No era como si nunca hubiera dejado de estar enamorada, como le ocurrió hace ocho años.