Después de que Shen Zihao escuchó esto, su mirada, que originalmente había sido sombría, de repente se iluminó.
Se levantó al instante, corrió hacia la ventana y golpeó la puerta dos veces con fuerza mientras gritaba:
—¡Hermano, estoy aquí, estoy aquí!
Una llama de esperanza se encendió de repente en él y comenzó a arder en su corazón.
Shen Liangchuan estaba aquí, ¡tenía esperanza!
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Cuando Mei Feng escuchó que Shen Liangchuan estaba aquí, se quedó atónita.
Ese par de ojos, que inexplicablemente parecían verlo todo, de repente apareció ante ella.
Indiferente, frío y con una sabiduría que lo veía todo pero tan profunda que nadie podía saber qué estaba pensando.
Era como si los demonios de todos fueran invisibles frente a él. Hacía que uno se sintiera patético.
No importaba si era el Shen Liangchuan de dieciocho años o el Shen Liangchuan de ahora, siempre le había dado una sensación desconocida de presión.