Eve Thompson salió del restaurante, encontró el estacionamiento, se subió a su coche y lo arrancó.
Frunció los labios y se quedó en silencio durante un rato, sin saber cómo hablarle a Carlos Charlie cuando su voz, tenue en el auricular, se escuchó:
—¿Mami, por qué los humanos me odian tanto?
Su voz suave e indefensa hizo que el corazón de Eve se encogiera.
Ella hizo una pausa, y Carlos Charlie habló de nuevo:
—Fui creado por mi maestro, ¿acaso mi maestro no es humano? Si tú me creaste, ¿por qué me odias?
Ella no pudo responder a su confusión.
Todo lo que pudo hacer fue seguir conduciendo. Después de un rato, finalmente dijo:
—Carlos, ¿tú odias a los humanos?
Carlos Charlie respondió con inocencia y agravio:
—No los odio. Me gusta mamá, me gusta papá, también me gusta Iris Thompson, como Reginald Bates, como Violet Taylor, me gusta toda la gente...
Dudó un poco antes de continuar, revelando la pregunta que no podía evitar hacer:
—Mami, si, y solo digo si, ¿me eliminarías?