En ese momento, una risa fuerte resonó a lo lejos.
Se podía ver a un hombre vestido de negro acercándose desde lo alto de un acantilado distante, sus pies aparentemente caminando en el aire.
Con cada paso que el hombre de negro daba en el vacío, un loto negro emergía debajo de sus pies, una manifestación natural de su Qi Interno que lo sostenía como una escalera.
El rostro del hombre estaba envuelto en un velo de niebla oscura, ocultando sus verdaderas facciones, con su largo cabello negro reminiscente de tiempos antiguos.
Llevaba una túnica larga y negra, rodeado de hebras de Qi oscuro, irradiando una presencia escalofriante como si viniera de las profundidades de las Nueve Puertas del Infierno.
Tras unas decenas de pasos por el vacío, creó un loto negro del tamaño de una bañera bajo sus pies, sobre el cual se mantenía erguido en la intangible flor de loto negro.
Con las manos plegadas detrás de su espalda, parecía cada vez más el Soberano de los Nueve Submundos.