—¿Podría ser que me has envenenado? —Basil Jaak se agarró del brazo, miró hacia arriba y observó a Trista Stan.
—¿Adivinas? —Trista Stan, con un orgullo encantado, rió y dijo.
—¿Adivinas si adivinaré? —respondió subconscientemente Basil Jaak.
—Hmm, aún te las das de fuerte aunque estés envenenado —Trista Stan se acercó y dijo—. Basil Jaak, ahora tienes dos opciones, o bajas del escenario por tu cuenta o te enviaré yo con un golpe de palma. ¿Qué te parece, no es muy justo por parte de esta señorita? Jeje...
—De hecho, muy justo —Basil parecía estar en gran dolor y dijo—. Pero ahora mismo, no tengo ninguna fuerza. ¿Qué tal si tú me llevas abajo y si lo haces, me iré?
—¡Pft, pft, pft! No puedes ni mantenerte de pie y aún te atreves a tomar ventaja de mí con tus palabras. ¡Créelo o no, esta dama hará que nunca puedas volver a hablar! ¡Hmp! —Trista Stan expresó con desdén.
Al ver que los espectadores alrededor suyo murmuraban con discusión, Trista Stan rió y dijo: