El grito fue sorprendentemente fuerte, sobresaltando a Kitty More, quien estaba algo aturdida.
Se giró, solo para ver a una joven de cabello largo y bonito, con una canasta en la espalda, corriendo locamente hacia Basil Jaak. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y, temblando de emoción, murmuraba para sí misma:
«Basil, ¿eres realmente tú? ¿De verdad eres tú? Buajá... buajá... ¡Grandísimo idiota, he soñado contigo tantas veces, ¿por qué solo vienes ahora!? Buajá... pensaba que nunca volvería a verte en esta vida, grandísimo idiota... buajá, buajá...».
La delicada y bonita chica miró a Basil Jaak y estalló en sollozos, llorando incontrolablemente.
Kitty More sintió un agrio pesar en su corazón al observar cómo las lágrimas fluían sin cesar.
—¿Cuál es tu relación con Basil Jaak?
De repente, ambas mujeres hicieron la pregunta al mismo tiempo, y el enunciado era idéntico.
Tan pronto como hablaron, ambas se quedaron atónitas.