En el tranquilo bosque, el exuberante platanal de aquel año era excepcionalmente hermoso y espectacular.
En este lugar desierto e inhabitado, nadie podría imaginar que en ese momento, en el centro del platanal, había un hombre y una mujer, ambos desnudos, esperando el uno por el otro.
Con el efecto del medicamento, Basil Jaak estaba increíblemente brusco, despojando a Yetta Astir hasta convertirla en una "gran oveja blanca" antes de presionarla ansiosamente, sus manos ascendiendo hacia su pecho voluptuoso, amasándolo con vigor...
—¡Grandísimo lascivo, sé más delicado, vas a hacer que se inflamen! —Yetta Astir le pellizcó dos veces a Basil Jaak en el cuerpo, pero el Basil Jaak del momento no podía sentir el dolor en absoluto.
Su boca recorrió cada centímetro de la piel de Yetta Astir, su respiración acelerada, su parte inferior tan dura como el hierro, listo para dar el paso final.