Archie Dawn dejó de jugar con el vaso de cristal esmaltado en su mano y lo colocó en la mesa junto a él, antes de levantar levemente la cabeza para mirar a Ruth Amanecer.
—Mi hija ha crecido, sabiendo cómo oponerse a su padre —dijo.
Lejos de la ira y la rabia, en realidad había un atisbo de satisfacción en los ojos de Archie Dawn.
Era como si el objeto que descansaba sobre su cuello no fuera una espada samurái, sino un simple palo de madera.
La mano de Ruth temblaba, y con una voz algo temblorosa, exclamó:
—Dime, ¿fuiste realmente tú?
En este momento, Ruth sentía como si nunca hubiera conocido realmente a Archie Dawn.
El Archie Dawn en su memoria siempre era complaciente, rara vez perdía los estribos o elevaba la voz en casa, e incluso si discutía con Eloise Torres, permanecía en silencio y admitía la derrota con la cabeza inclinada.
En la impresión de Ruth, su padre Archie Dawn siempre había sido aburrido e insensible.