—¿Preguntarme? —Xiang Yue parecía desconcertada.
Yang Chen asintió. Por esto, parecía que Xiang Yue realmente era solo una chica joven. Sin embargo, la comprensión de Xiang Yue era mucho mejor que la de Cai Yi. Con un poco de orientación, ella entendería su significado.
—No creo que el Gran Emperador bajo el mando del Qilin esté tan aburrido como para presumir de su existencia torturándote. Debe haber una razón para que te salve la vida. Piénsalo. ¿Qué quiere él al mantenerte viva? Debes encontrar la respuesta dentro de ti misma —dijo Yang Chen indiferentemente.
Xiang Yue frunció su pequeño rostro y se sumió en un profundo pensamiento. Sabía lo que Yang Chen quería decir y estaba buscando la respuesta dentro de sí misma.
Después de un rato, Xiang Yue pareció pensar en algo, y dijo con voz temblorosa:
—¡Soy el Cuerpo Santo de Jingyang!
—¿Cuerpo Santo de Jingyang? —Yang Chen estaba desconcertado—. ¿Qué es eso?
Cai Yi miró profundamente a Xiang Yue y dijo: