—¿Quién te dio el valor de poner una mano sobre mi Puerta Sagrada! —resopló fríamente Ren Feifan apuntando con su espada larga.
—Supongo que eres ese Ren Feifan del que habló el anciano. No pareces tan impresionante. Suelta tu espada ahora, y podría dejar pasar el incidente de hoy; de lo contrario, ¿conoces las consecuencias de tus actos! —el hombre observó el brillo plateado de la espada frente a él y luego miró a su compañero muerto, sus pupilas se contrajeron, pero no mostraba ni rastro de miedo. En cambio, habló fríamente.
—¿Consecuencias? —resopló Ren Feifan—. ¡Como si matar a alguien tuviera alguna consecuencia que valga la pena mencionar! Por no mencionar que eres un perro de la familia Ye; ¡incluso si tu maestro estuviera aquí, lo mataría de la misma manera!