—¿En qué estás pensando, chico? ¡Ponte en movimiento! —dijo la voz.
—¿Qué tal si esperamos un poco más, esperar a que la Tía Ye termine su comprensión. Si hay algún accidente entonces, al menos la Tía Ye estará aquí —respondió Su Chengyu.
—¿A qué viene tanta demora, chico? No sueles ser tan cauteloso. Tranquilo, no sé qué hay dentro, pero en este maldito lugar, ni siquiera hay aliento de vida; en el peor de los casos, solo habrá algunas trampas o formaciones, nada demasiado problemático —dijo la voz con seguridad.
Después de reflexionar por un momento, Su Chengyu finalmente decidió intentarlo.
Alzando su mano, la Alabarda del Cielo del Páramo apareció en su agarre, y Su Chengyu tomó una respiración profunda, comenzando a canalizar el mana dentro de su cuerpo.